01 julio 2013

¡Vaya marrón!

Hoy os presento uno de mis postres estrella: el brownie (¿marrón en castellano?). Desde que mi querida amiga alemana me pasó la receta años ha, lo he llevado a infinidad de saraos y siempre me hacen la ola. Todos me piden la receta y siempre digo que ya la pasaré y luego no lo hago. Por eso hoy, para no ir al infierno por mentir reiteradamente, voy a explicaros cómo hacer un brownie.

Prometo cambiar la foto cuando haga un nuevo brownie
Necesitamos cuatro huevos, 200 gramos de chocolate para fundir, 100 gramos de mantequilla, 100 gramos de azúcar, una cucharada de harina y nueces. Derretimos el chocolate al baño maría o en el microondas. Yo siempre lo hago en el micro porque es más fácil. Es cuestión de no hacerlo todo del tirón e ir parando y comprobando que el chocolate no se chamusca cada diez segundos más o menos. Cuando está medio derretido, añadimos la mantequilla en el mismo recipiente porque necesita menos tiempo.

Mientras, mezclamos las yemas con el azúcar y la harina. En un recipiente aparte llevamos las claras a punto de nieve. Si no tienes la máquina fantástica que lo hace en un santiamén, pues te tocará hacer un poco de bíceps. Un par de trucos para facilitar la tarea: añade una pizca de sal y procura que las claras estén bien frías.

Cuando ya estén montadas, les añadimos las mezclas yemas-azúcar-harina y chocolate-mantequilla y lo removemos suavemente hasta que quede una mezcla oscurita muy apetecible. Añadimos nueces a trocitos (esto es opcional pero le dan un toque muy rico) y lo ponemos en un recipiente para el horno, más ancho que alto. Para que quede un brownie perfecto, durito por fuera y blandito por dentro, la cocción es muy importante: 20 minutos a 180 grados. ¡Ponte una alarma!

El resultado es tan bueno que no hacen falta florituras. Pero si te sientes Masterchef, puedes añadirle azúcar glassé por encima, mermelada de fresa o otra capa de chocolate con gusanitos de colores. Incluso puedes dibujar algo o poner un número o un nombre con chocolate blanco.

Y para acabar, una bomba calórica que vale la pena probar: brownie con helado de vainilla, sobre todo si el pastel aún está calentito. La combinación de los dos sabores con el frío-caliente es sencillamente espectacular.

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