22 agosto 2013

Día 13: Luang Prabang

La joya de Luang Prabang
Nos despertamos pronto, como de costumbre, y un poco picadas con unas francesas que habían despertado a todo el hotel borrachas de madrugada. Cargamos las maletas en busca de un hostal más céntrico. Después de preguntar en varios sitios que no nos convencieron bien por cutres o bien por caros encontramos una pensión austera, impoluta, céntrica y barata donde nos quedamos las siguientes dos noches. Se llamaba Choumkhong Guesthouse y costaba 80000 kips por noche.


De ahí fuimos a desayunar con nuestras niñas a una cafetería con cruasanes tan buenos como caros, Le Benetton, no hace falta que vayáis.

Las Sinpelas entrando al templo
Dando un paseo fuimos a ver el templo más famoso de la ciudad, Wat That Luang (20000 kips). Atención: hay que ir bien tapaditos si no hay que "alquilar" algo para cubrirse las partes impúdicas (rodillas y escote).

Mientras estábamos por el templo el monzón comenzó a atacar y ya no paró en bastantes horas. Así que qué mejor que ir a hacerse una manicura y una pedicura mientras charlábamos con las chicas del local que nos preguntaban la edad y nos decían donde podíamos ir de marcha.

Comimos en un lugar poco destacable y fuimos a descansar para afrontar la noche.

Mel y un budita platicando
Después de que la mañosa Maria nos hiciera unas trenzas fantásticas, fuimos al Night Market donde las niñas arrasaron y nosotras nos compramos unos pantalones. Después fuimos al bar de moda: Utopia. Es un bar un poco chill out al lado del río. No hace falta ir en tuk tuk, está a diez minutos andando del centro, aunque a nosotras nos lo colaron. Cerró a las 23.30 como todos los bares en Laos, pero la noche no acabó allí: faltaba el plato fuerte.

Cogimos otro tuk-tuk, que tuvo una avería en el camino y tuvimos que esperar que vinieran a recogernos y fuimos a la bolera, el "after" de Luang Prabang. Estuvimos allí lo que nos duró una partida con un inglés simpático y un americano detestable. El ambiente del lugar era indescriptible: veinteañeros borrachos bajo un haz de luz intentando jugar a los bolos, bebiendo sin mesura y ligando entre ellos.

Volvimos al hotel cantando en el tuk tuk, entre maravilladas y horrorizadas por lo acabábamos de ver.
Foto-arte en las paredes del templo


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