La joya de Luang Prabang |
De ahí fuimos a desayunar con nuestras niñas a una cafetería con cruasanes tan buenos como caros, Le Benetton, no hace falta que vayáis.
Las Sinpelas entrando al templo |
Mientras estábamos por el templo el monzón comenzó a atacar y ya no paró en bastantes horas. Así que qué mejor que ir a hacerse una manicura y una pedicura mientras charlábamos con las chicas del local que nos preguntaban la edad y nos decían donde podíamos ir de marcha.
Comimos en un lugar poco destacable y fuimos a descansar para afrontar la noche.
Mel y un budita platicando |
Cogimos otro tuk-tuk, que tuvo una avería en el camino y tuvimos que esperar que vinieran a recogernos y fuimos a la bolera, el "after" de Luang Prabang. Estuvimos allí lo que nos duró una partida con un inglés simpático y un americano detestable. El ambiente del lugar era indescriptible: veinteañeros borrachos bajo un haz de luz intentando jugar a los bolos, bebiendo sin mesura y ligando entre ellos.
Volvimos al hotel cantando en el tuk tuk, entre maravilladas y horrorizadas por lo acabábamos de ver.
Volvimos al hotel cantando en el tuk tuk, entre maravilladas y horrorizadas por lo acabábamos de ver.
Foto-arte en las paredes del templo |
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