04 agosto 2013

Día 3: Siem Reap

Un día más, cuando más a gusto estábamos durmiendo, sonó la llamada del islam. A las cuatro concretamente, vamos, lo normal. Pero era por una buena causa: visitar los templos de Angkor, la octava maravilla del mundo.

Nuestro simpático tuk-tuk driver, del que no recordamos el nombre, nos llevó durante todo el día a ver los templos más importantes del complejo religioso más grande del mundo. Acompañados de nuestros dos mejores amigos en Siem Reap, Arepa y Kiwi (y de cientos de personas), vimos el amanecer en el más famoso de los templos: Angkor Wat.

La sensación de caminar entre esas piedras es indescriptible. Cada templo tiene algo especial y ninguno te decepciona. A la ruta sólo le encontramos un pero: Ta Prohm, el templo invadido por árboles centenarios, estaba ese día invadido también por japoneses y nos quedó la espinita de visitarlo en paz...ya volveremos.

Sobre las diez de la mañana, que parecían las tres de la tarde, ya habíamos visto los templos principales y, con el peligro de sufrir una saturación de templos, le pedimos al conductor que nos llevara a los que están más alejados, cosa que aceptó encantado con los ojos con el signo del dólar. Después de una comida a precio de turistada seguimos la ruta y no nos decepcionó. Los templos más alejados estaban menos concurridos y nos sorprendieron y encantaron a todos.

Y ahora vamos a los datos prácticos que sabemos que os gustan. Una entrada de un día a los templos cuesta 20$ y de tres días 40$. Con la entrada de un día puedes ir al atardecer del día anterior, nosotras no tuvimos tiempo. Entre los cuatro el tuk tuk nos costó 36$. Hay gente que los hace en bicicleta pero para eso tienes que tener más días y mejores piernas. La broma sale por un pico pero es un gasto que hay que asumir cuando visitas Camboya.

Volvimos al hotel con la agradable sensación de haber visto algo único que no olvidaríamos en nuestras vidas. Después de un merecido descanso nos acicalamos y fuimos a dar una vuelta por el pueblo con los adorables Kiwi-nepalí y Arepa.

Dimos una vuelta por el mercado y fuimos a cenar a un sitio con comida local del que quedamos encantados y seguidamente, como quien no quiere la cosa, cayó otro masaje. Cuando salimos llovía a mares y fuimos a resguardarnos al Temple Bar, el lugar con más marcha de Pub Street. Y allí, entre cervezas, bailoteos y risas acabamos un día perfecto.
Un amanecer solitario y tranquilo
Piedras
Más piedras
Mel haciendo amigos
Tuk-tuk y piedras
El más guay: Angkor Wat
Mar mirando piedras
Piedras invadidas por árboles

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