28 agosto 2013

Día 17: Vientiane

Desayunamos temprano en una de las muchas pastelerías de la ciudad, donde se nota la influencia francesa en la gran cantidad de cruasanes, bollos y baguettes. Habíamos decidido pasar la mañana visitando el Buddha Park, un parque en las afueras con muchas y diversas estatuas de Buddha, además de otras deidades hindúes. Nos parecía tan friki que no podíamos perdérnoslo.

Mel extasiada ante tanta friquez
Aunque se encuentra sólo a 25 kilómetros de Vientiane es un pelín complicado llegar si deseas hacerlo con transporte público. Aunque nosotras tuvimos suerte, sobre todo porque Mar ese día se puso unos shorts y sus atléticas y torneadas piernas hicieron que los laosianos de sexo masculino y maduritos estuvieran dispuestos a ayudarnos y guiarnos en todo momento.

Fuimos caminando hasta la estación de autobuses Central Bus Terminal y desde allí cogimos el bus 14. Tras un trayecto de media hora llegas hasta una de las fronteras con Tailandia y ahí puedes coger un tuk tuk o un bus cutrísimo y baratísimo que probablemente no encuentres a menos que les encanten tus encantos. Este fue nuestro caso, así que el mismo conductor del primer bus nos llevó hasta el cutrebús. Desde allí otra media hora de trayecto, pero esta vez por carreteras de tierra y llenas de baches.
Mar y sus famosos shorts

Finalmente llegamos al Buddha Park. Es interesante porque hay estatuas muy grandes y de muchas deidades diferentes. Sin embargo no hay información de las mismas, está un poco en decadencia y en una hora escasa ya lo habíamos visto todo.

Nada más salir cogimos otro bus de línea de vuelta. El conductor, al ver las piernas de Mar, nos invitó a sentarnos delante con él. Iba la "Mar" de contento y además había colocado el espejo retrovisor de forma que tenía una vista espléndida mientras conducía. En la media hora que duró el trayecto, invitó a Mar a fumar un cigarro ( a pesar de estar el bus lleno de carteles prohibiéndolo), a conducir el bus y a casarse con él. Mar rechazó amablemente todas las ofertas pero el señor quedó muy feliz por tenernos cerca en el trayecto.

Estatuas de lo más frikis...
... sólo superadas por el MCB

A la vuelta a la ciudad comimos en un sitio camino al hostal que no nos gustó mucho y para superar el bajón decidimos alquilar unas bicis y visitar la Golden Estupa, monumento nacional un poco en las afueras del centro. Nada más empezar a pedalear llegó el monzón, así que tras 20 minutos en la bici llegamos al monumento como si acabáramos de salir de la ducha. Pero gracias a la lluvia, la estupa y el templo de al lado estaban vacíos de turistas y pudimos disfrutar de la magia del monzón bañando el templo.

Es lo que tiene ver tanto buda... a estas alturas del viaje
 ya no se nos ocurría otra cosa
Toda la magia desapareció a medida que veíamos que aquello no paraba y en algún momento teníamos que pensar en volver. Para ver las cosas con más claridad fuimos a un bar cercano a hacernos un café y té helados deliciosos además de arriesgarnos a pedir un Roti with Ovaltine que no teníamos muy claro lo que era y que resultó ser una merienda inmejorable: crepe crujiente con leche condensada y cacao.

No paraba de llover, de hecho no paró hasta el día siguiente al mediodía, así que volvimos bajo la lluvia al hotel y empapadas nos despedimos de los chicos de Bilbao que partían hacía las 4000 islas deseosos de tomarse un batido de la felicidad de los que les habíamos hablado tanto.

Nos acicalamos con la poca ropa que nos quedaba limpia ya que habíamos quedado en el bar del día anterior con unos chicos laosianos, amigos de unos buenos amigos nuestros de Manchester. Cenamos unos noodles buenísimos y una ensalada de arroz que la vas comiendo mientras pones el arroz en una hoja de lechuga enrollada.

Fuimos al bar y esperamos a que los chicos de nombres curiosos, Jujubee y Sunny Every Sunday, aparecieran, cosa que nunca hicieron porque o nos dieron plantón o no nos entendimos cuando quedamos. Preferimos pensar que fue lo segundo...


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