06 agosto 2013

Día 4: Siem Reap - Battambang

Por fin nos levantamos sin la llamada del islam, el despertador de Mar fuel el jetlag, que le hizo abrir los ojos como platos (nos encanta esta expresión) a las cuatro de la mañana, y el de Mel fue la llamada del hambre a las 7.30.

Fuimos a desayunar con BFF (Best Friend Forever), nuestro Arepa, uno de los desayunos típicos de la influencia francesa en el país: una baguette con dos huevos fritos, ensalada, crepe de plátano, y muesli con frutas y yogurt (unos 3$ cada uno). Como ya habréis adivinado, no, no estamos a dieta.
Con unos elefantitos en Siem Reap

Después fuimos a visitar una pagoda e intentamos que un conductor de tuk-tuk nos hiciera una ruta no turística por el pueblo, pero el hombre no entendía ese concepto. Queríamos que nos llevara a un mercado local pero lo único que conseguimos fue ir a una especie de Corte Inglés camboyano y a un sitio donde hacían seda y te sacaban un ojo por foulard.

Volvimos a nuestro maravilloso hostal y nos despedimos de la Audrey vietnamita y nuestro Arepa con lágrimas en los ojos. Las cinco horas de viaje de bus hasta Battambang (Capitol Bus 3,85$) se nos pasaron rápidas.

Nuestro medio de transporte preferido:
el tuk tuk!
Caminamos un poco y llegamos al Royal Hotel, del que habíamos leído buenas críticas. Por ocho dólares nos quedamos en una habitación enorme, con baño, ventilador y sin agua caliente. Salimos a dar una vuelta por la ciudad que en un principio nos pareció estresante y sucia, tras el paraíso de Siem Reap. En realidad era más auténtica y nos costó un poco asimilarlo.

Cenamos en un sitio lleno de camboyanos, de aspecto cutre donde nadie hablaba en inglés, todo esto es sinónimo de que sirven buena comida local. Y así fue: comimos unas empanadillas al vapor con verduras, unos noodles de pasta fresca con pollo y un arroz frito con gambas. Todo acompañado con una tetera de té frío que te ponen por la patilla. Pagamos dos dólares cada una y salimos medio rodando.

Volvimos al hotel y subimos a la terraza esperando ambiente nocturno. Sólo había dos parejitas de franceses, tan civilizados como aburridos, así que nos tomamos una Angkor beer fresquita que nos supo a gloria y nos fuimos al catre a soñar con nuestras actividades del día siguiente. 


Battambang: no, esto todavía no es el río Mekong. 
Mel estaba obsesionada...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan los detalles sobre las comidas y conceptos como "más auténtica" jajaja.
¿El delta del mekong sería un infierno lleno de charlys no? Buenas crónicas chicas.